“A las 16:00 en el Parking del Poli”. Ese era el sitio y la hora. Con el típico retraso de los preparativos de última hora, recogimos la furgoneta de la Universidad, cargamos el material necesario y partimos hacia Ávila con el convencimiento de que no iba a ser un fin de semana cualquiera. La excitación por lo que se nos avenía, las conversaciones en torno a la montaña y la comodidad de la que disfrutábamos cuatro personas en una furgoneta de nueve, hizo que el viaje se nos pasara de forma rápida. Camarasa, de camino nos comentó que antes que atacar la “Norte del Almanzor”, prefería ascender “La Galana” con unos amigos con los que había quedado en el refugio de Gredos; para “La Norte” siempre habría tiempo,… quizá, cuando su experiencia y motivaciones así se lo exigieran. Con esto, en lugar de dos cordadas dobles, formariamos una de tres.
Tomamos un bocata a mitad de camino y a las 12:00 estábamos en el Parking de “ La Plataforma”.Nos fuimos abrigando, repartimos el material colectivo y lo fuimos adjuntado al material personal que ya de por sí no era poco. Con unos mochilones fuera de escala y como si de tres Sherpas se tratará, partimos con nuestras frontales en mitad de una oscuridad salpicada por millones de estrellas, que presagiaban el buen tiempo que nos esperaba.
A las 2:30 caímos en la cuenta de que la “Laguna Grande” de Gredos debía estar muy cerca,… y tan cerca, estaba situada bajo nuestros pies, tras varias capas de hielo y nieve. Habíamos llegado. Montamos las tiendas y a las 03:00 nos metimos en ellas por parejas como si de un remake de “Brokeback Mountain” se tratara,….
Habiendo dormido poco y mal,..como tiene que ser,… nos levantamos. Mientras tomábamos un desayuno rápido, contemplábamos la belleza del “Circo de Gredos” el cual nos envolvía ofreciendo a nuestro alrededor un auténtico parque temático de hielo, nieve y roca, coronado por una muralla de picos graníticos entre los que destacaba majestuoso el Almanzor. La nieve estaba perfectamente transformada y las cascadas de hielo y los corredores afloraban por todas las paredes del circo ofreciendo materia prima a cualquier escalador ávido de invernales.Con todo este telón de fondo, preparamos las mochilas de ataque y partimos hacia la base del corredor, mientras Camarasa con otro grupo hacía lo propio hacia “La Galana”, segundo pico más alto de Gredos.
Tras una subida empinada, llegamos a la base. No éramos los primeros, la previsión de buen tiempo y la cecanía a Madrid había hecho que muchos escaladores se desplazaran hacia esta zona.
Montamos reunión y Eduard tiró de primero, la segunda reunión no pudo montarla donde debía ya que el siguiente largo empezaba con una cascada de hielo expuesta en cuya base había otra cordada reunida. Carlos y yo subimos de segundos, la reunión no era cómoda ni del todo segura, con lo que Carlos, subió algo más a ver si podía montar otra más cómoda, no fue así, mientras tanto nos iban cayendo los cascotes de hielo desprendidos del golpear de los piolets de cordadas predecesoras. Ante este panorama, y resintiéndose Carlos de una lesión en su tobillo, decidió que abandonáramos.
Montamos rápeles y bajamos a la base del corredor.Una vez abajo hablamos tranquilamente y mientras Carlos decidía prudentemente abandonar la escalada, Eduard y yo decidimos intentarlo por otro corredor para incorporarnos de nuevo a “La Norte”. “El Corredor Este” fue el elegido.
Como el tiempo se nos echaba encima decidimos progresar en ensamble metiendo como poco, dos seguros intermedios entre uno y otro. Con la nieve “al dente”, la progresión era rápida, los friends, fisureros y tornillos se iban sucediendo uno detrás del otro mientras los piolets y crampones se movian a un rítmo tan solo interrumpido por algunos tramos de roca donde hubo que escalar ganchendo los piolets y encajando las puntas delanteras de los crampones en las fisuras.
En uno de estos movimientos se desprendió la funda con la cámara fotográfica de la cincha de mi mochila y fué cayendo hacia el fondo del corredor en una trayectoria que parecía no tener fin , la fuí siguiendo con la vista no dando crédito a que se separara de mi después de tantos recuerdos compartidos,…importándole bien poco, ella siguió su descender cada vez más veloz hasta que la perdí de vista.Continuamos escalando y a mitad de pared dimos con una bifurcación, tiramos a la izquierda y seguimos subiendo por una pala de nieve hasta dar con un resalte de roca bastante expuesto, aquello no estaba claro, así que decidimos destrepar con mucho cuidado hasta la bifurcación y ascendimos esta vez hacia la derecha. Al girar un resalte rocoso, dimos con “La Norte”.
Tan solo un inconveniente, el acceso hasta ella era a través de un estrecho pasillo de hielo de unos 20 m. de largo y no más de 20 cm. de ancho muy expuesto en el cual un resbalón te mandaría unos cientos de metros más abajo. Nos miramos, y no hubo dudas. Montamos una reunión, y fuí atravesando la repisa clavando los dos piolets en el hielo al mismo tiempo que comprobaba como mis crampones pacientemente afilados en casa para la ocasión se clavaban en el hielo.
Una vez atravesada la cornisa, ví una roca que sobresalía en mitad de la pendiente de nieve que daba acceso al corredor Norte, me desplacé horizontalmente hacia ella, con la pala del piolet hice una repisa donde mantenerme cómodo de pié y monté una reunión con un friends y dos fisureros. Le grité a Eduard que desmontara su reunión y que cruzara ahora él, ya le tenia asegurado. Ya solo nos quedaba un largo corredor para llegar a la cima. Le hice señas a Eduard para que el continuara mientras yo le mantenía asegurado. Le ví clavar un par de tornillos de hielo y continuó subiendo hasta que le perdí de vista, el tiempo se nos echaba encima y había que aprovechar todo el largo de la cuerda para intentar llegar al final del corredor. Le fui dando cuerda sin verle ni oirle, cada vez quedaban menos metros, cuando tan solo me quedaban 5, de los 70 iniciales, noté por fin que había parado. Oí a lo lejos..-“Reunióóónnn”, desmonté la mía y tiré hacia arriba parando únicamente para desenroscar los tornillos de hielo y recoger los friends que iba encontrando en mi trayectoria. Llegué hasta él, y por su sonrisa adiviné que ya estábamos, lo pasé y llegué a un collado desde donde se veía todo el lado sur con las dehesas toledanas y extremeñas extendiéndose hasta el horizonte. Un pequeño giro por una cornisa, una trepada a un resalte de roca y por fin estaba en la cumbre.
Eduard llegó al momento, nos hicimos una foto rápida cada uno, y saqué mi termo de té de la mochila. Llevábamos casi todo el día sin beber, el agua se nos había congelado hacía ya mucho.Eran ya las 18:00 y había que bajar rápido, apenas quedaba hora y media de luz. Un rápel de 20 m. hacia la ladera sur, nos situó en una repisa de nieve bastante expuesta que tras un destrepe en diagonal de unos 150 m. nos dejó en “La Portilla del Crampón” famoso collado que da acceso a la vía normal.A medida que descendiamos, ya más relajados, notábamos como el cansancio se iba apoderando de nosotros. Al rato se hizo de noche y sacamos nuestras frontales.
A lo lejos en el fondo del valle vimos unas luces y pensamos (como así fue) que serian carlos y Camarasa, que preocupados por nosotros, respirarian tranquilos al ver dos pequeñas lucecitas descender por la ladera.Y para poner la guinda al día, el destino quiso que Eduard mientras descendiamos ya de noche, encontrara mi cámara de fotos a 500 m. de desnivel de donde se me había caido escalando. Y para colmo,…funcionaba. La funda más barata comprada en el “Decartón” había funcionado perfectamente.Llegamos a las tiendas, les relatamos a nuestros compañeros la escalada y ellos nos contaron somo les había ido.
Camarasa había subido con éxito a “La Galana” y sobre las 14:00 había llegado a la tienda coincidendo con Carlos que seguía resintiendose de su tobillo.
Cenamos a la fresca cocinando en unos huecos hechos en la nieve. Esa noche planchamos rápido la oreja,.Al día siguiente salió un día espectacular. Recogimos, cargamos con las mochilas de tortura y tras dos horas y media llegamos a la furgona.
Por supuesto, y como exigen los canones,…paramos en un Restaurante de la zona a dar buena cuenta de una espectacular sopa castellana y un chuletón de Ávila que se te saltaban las lagrimas de verlo.
Ya por fin , saciados de comida y saciados de montaña invernal, regresamos camino a Valencia donde llegamos sobre las 23:00,cansados,.... pero contentos.
Crónica de Jose Luis Pozuelo Jurado